Fiambreras de Plata 1994

No deja de sobrecogerme la idea feliz y comprometedora de estar de nuevo siendo parte viva del Ateneo de Córdoba que, en esta fecha, celebra el décimo aniversario de su primigenia fundación y que, frente a todo pronóstico, incredulidad y animadversión, se ha mantenido firme piedra angular en medio de la arqueológica geografía en que, desde hace años y salvo precisas excepciones, parece haberse sumido la cultura de Córdoba.

Nadie puede dudar del titánico esfuerzo por sobrevivir en la diáspora donde más altas cabezas y torres más ciclópeas han caído o se han tambaleado. Resulta evidente que la cultura, aunque en tantas ocasiones utilizada como fuelle de poderes públicamente establecidos, no se aviene con comodidad a ideologías ni presiones. Necesita, sobre todo, la voluntad y la generosidad de la unión en un proyecto solidario que, por consuetud, paga con múltiples desalientos el extraordinario y nunca venal galardón capaz sólo de ser percibido y degustado por el paladar del espíritu, como los sueños imposibles o las contiendas heroicas, como los ideales incorruptibles o los sacrificios más nobles.

Esto es, en definitiva, lo que esta noche celebramos juntos, ajenos a la material vileza de las cegueras mortales, impulsados siempre por la contemplación desnuda, sin vestimento inútil, del ser humano; sintiéndonos y sintiendo el más profundo respeto por los hombres y mujeres que, a costa de la propia seguridad y sobre nuestro connatural y mórbido egoísmo, han convertido su vida en una ofrenda al servicio de los otros, dejándonos un turbador escalofrío en la piel y, en la boca, un extraño sabor de amargo dulzor indescifrable.

Probablemente estas palabras suenen a lenguaje foráneo o discurso de locos en ámbitos de diverso carácter, pero aquí, entre nosotros, tienen significados y ecos familiares, entrañadamente cercanos, dolorosamente íntimos. Y es obvio decir que un enérgico y sereno don une vuestras aspiraciones y las conecta indefectiblemente con las causas de igualdad y justicia y belleza que sólo ciertas sensibilidades –no sé si superiores, y es más que cuestión de semántica- son capaces de experimentar y transmitir. No es que el Ateneo de Córdoba os haya elegido por vuestra indiscutible adhesión y capacidades en idénticos frentes y premisas semejantes; es que vosotros, con vuestra fuerza, genialidad y compromiso, nos habéis puesto en el trance inevitable y certero de encontrarnos.

En nombre del Ateneo de Córdoba, gracias.

• Manuel Gahete Jurado (Palabras de introducción a la entrega de Fiambreras de Plata Año 1994